El fin de semana fui a cenar a un lugar en Culiacán. Nada especial, pero me llamó la atención algo muy particular. El servicio de los meseros había sido normal: ni malo ni bueno; sin embargo cuando llegaron a limpiar nuestra mesa una señora muy amable se acercó hasta nosotros. La señora tenía alrededor de cincuenta años e iba perfectamente uniformada y peinada. Su prudencia, amabilidad y sonrisa llamaron inmediatamente mi atención y antes de que pudiera hablarle ella comenzó la conversación.
Nos preguntó si los habíamos visitado antes (como si el lugar fuera suyo) y si disfrutabamos la comida. Después de eso terminó de limpiar nuestra mesa y se fue, no sin antes desearnos buen provecho y preguntarnos si nos faltaba algo.
Inmediatamente pensé que aquella mujer debería estar en la puerta recibiendo a los comensales y mi pensamiento se reforzó cuando la vi hablando y riendo con otros clientes en otras mesas. Irónicamente el mejor servicio no se puede estandarizar, lo que sí podemos estandarizar es la contratación de personas con vocación de servicio. El servicio al cliente comienza desde la contratación de nuestro personal y termina en el mostrador/mesa/sitio web, etc.