Pedir permiso

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La primera vez que me puse de novio iba entrando a la carrera de ingeniería, me acuerdo que duré todo un día con el estómago revuelto por varios motivos, uno de ellos era que tenia que ir con mi también nuevo suegro a pedir permiso.

Entonces llega el día, voy camino a hacer la primera visita en casa, no vivía muy lejos de la mía así que el recorrido era corto y en la pitufa (así se llamaba mi Ford 1981, color azul cielo que mi abuelo me había dejado) iba practicando lo que iba a decir, hacía voces graciosas de como me respondería mi suegro.

Toco el timbre y lo primero que sale es Junior, un bóxer alemán de dos metros haciendo mucho ruido al respirar, para acabarla siempre le he tenido miedo a los perros que no conozco. Sale mi novia, se lo lleva al patio, me abre la puerta y ni la saludo, —¿dónde está tu papá?— le pregunté —ahí viene, me dice. Otra vez se me revolvió el estómago, estaba muy nervioso, prefería meterme al patio con Junior que pedir este permiso.

Me acerco donde estaba Don Noel, le doy la mano y me sale una voz atropellada —Buenas tardes soy Poncho y este este este este este— me trabé y me interrumpe con mucha calidez —Esta es tu casa Ponchito! pásale, me da gusto conocerte ándale siéntate y listo se va.

Él sabía lo que iba a decirle, me notó con las intenciones genuinas y las palabras ya no fueron necesarias, agradecí que no me hubiera dejado hablar. Por cierto, gracias a Don Noel pasé contabilidad porque iba muy mal en esa materia, se ofreció a ayudarme los martes y miércoles durante dos semanas para los exámenes, jamás pensé que hasta ahora seguiría usando lo que me enseñó.

Diviértete.
Poncho Mendoza

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