De niño nunca gané una medalla de nada porque no practiqué ningún deporte. Diego juega fútbol y en días pasados terminó un torneo en el que participó con varias escuelas y quedaron en segundo lugar.
El miércoles que lo recogí del colegio me dice: — Papí! Hoy es la premiación de fútbol, me van a dar una medalla porque perdimos contra el Chapule, es mi primer medalla papá! — me dijo emocionado. Se me llenaron los ojos de lágrimas de como me transmitió su emoción, no esperaba sentirme tan pero tan feliz por lo contento que lo veía y su inocencia cuando dijo «mi primer medalla».
Feliz con su equipo los anunciaron y pasaron a recibirlas en medio de aplausos, se tomaron fotos con el trofeo, con su entrenador que es genial, luego uno por uno con el trofeo, luego otra todos juntos, no paraban de reír y abrazarse. No puedo evitar sentir sus logros casi como si fueran míos.
Ya en la noche, Diego empijamado y con la medalla puesta recordaba cómo pasó al frente e inclinó su cabeza para que se la pusieran. Se fue a la cama a dormir con ella, con su primer medalla.
Diego, hijo, quiero que sepas que sé exactamente cómo te sientes porque esta también es mi primer medalla.

Poncho Mendoza